miércoles

INTERIORES más y menos una entrevista

 KARAWANZINE

Hoy en Interiores contamos con la participación de José Alias, que ha aceptado el reto de sumergirse en nuestro formulario y dejarse llevar por sus resonancias con un poema y un relato breve. Un placer tenerle por aquí.

José Alias cultiva múltiples lenguajes: la palabra, la imagen, el gesto. Es narrador, poeta, actor, dibujante y fotógrafo. Su trayectoria cruza escenarios, películas, libros y exposiciones, siempre con una mirada sensible y precisa.

Entre sus obras destacan los poemarios India el viaje, Frágiles evidencias, Grafías del agua, y la bionovela Julio y Carol, crónica de una amistad.
 

(Quino Romero)

                                                                                                         linktr.ee/karawanzine
  • Entrevista- Intercambio de palabras


    Silencio – No es ausencia de sonido, el ruido es un abuso de posibilidades

    Dónde – Cualquier lugar cálido, de corazón y mente

    Horizonte – Infinito

    Sueño – Un desierto y un oasis

    Viento – de agua

    Camino – al andar, los días azules

    Cuándo – hay tiempo y espacio

    Canción – Aparta el corazón de las mangueras

    Espejo – Alicia en el país de las maravillas

    Recuerdos – No sabemos si son reales las huellas de las pisadas

    Refugio – En el espacio, el planeta y la luz

    Sombra – Bajo el árbol del jardín

    Raíz – De jengibre

    Magia - Vivir

    Encuentro - Olvido

    Fugacidad - Momento

    Voz –  como el agua clara

    Por qué – Por qué no/Porque sí

    Barrio – Lugar

    Cielo – Azul lejano

    Mar – Azul cobalto

    Cuerpo – del delito

    Quién – Tú

    Calles – de piedra

    Ausencia – lo imposible

    Sonrisa – lo mejor

    Poema – En la antigua sala de Buda, los perros  vuelan a cielo abierto

    Fuerza – la del cariño

    Amor - apertura

    Futuro – ahora

    P.D. - Pocas cosas más peligrosas que hacerse preguntas e irlas respondiendo. Han Kang

     

    JUGANDO con la entrevista


    Silencio  sin ruido donde  el  horizonte  infinito

    sueña  un desierto y un oasis.

    Viento  de agua soplando en el camino,

    cuando  la canción se mira en el espejo a la caída de la tarde.

    Recuerdos  de huellas,  de pisadas en la puerta del refugio,

    en el espacio  de sombra raíz de jengibre  y  magia  por vivir.

    -Encuentro  Olvido Fugacidad  Momento-

    Voz  que pregunta  Por qué  Por qué no: Porque sí.

    El Barrio mira al Cielo

    El  Mar y el Cuerpo  de arena.

    Quién eres tú

    Qué  calles de ausencia esconde tu sonrisa.

    Poemas vuelan en el horizonte:

    Fuerza del cariño

    Amor  en la apertura

    Futuro  que es ahora

    Silencio.

     

    TODO  ESTÁ DE SALDO

    Todo de marca, capital. Orugas que se van por las ramas. No puedes diferenciar entre tanta híper información dantesca, te subes por las paredes y hay gatos de tres pies, sin cascabel. Buenas uvas este otoño, patriarcas en traje de baño, los velos al suelo, las cucarachas en procesión, pasos de ganso, el gas es un imposible, los globos se deshinchan y el vuelo cesa. Al César lo de siempre, por Belenos los galos por Tutatis, nada por aquí nada por allá. Trucos.  

    Del libro : Margen para las notas.

                                                                                                                                   José Alias abril 025



    viernes

    Nada de Nombres (Diario de las Estaciones)

    Desde Chile

    Un libro lúdico, imaginativo, que sabe rasgarse la piel para mostrar el mecanismo interior de su funcionamiento. Con una escritura que combina sutilmente el registro coloquial con referencias cultas a la música, el cine y la literatura, cosa que se entiende pues el personaje es un escritor de un barrio del sur a quien los humos no alcanzan todavía a empañarle la mirada que pone sobre los acontecimientos menos trascendentales de su vecindario. Un personaje que no solo vive en la historia sino que al mismo tiempo la está escribiendo. En ese sentido, cabe la frase del Johnny de El Perseguidor: “Esto ya lo toqué mañana, es horrible Miles, esto ya lo toqué mañana”, que el personaje hace suya adecuándola a sus circunstancias: “Esto lo estoy escribiendo después” y que, al igual que otras (de Las babas del diablo, de El dinosaurio y de un gran número de relatos), más que de ornamento sirve para evidenciar la condición de un personaje que, en su rol de escritor, padece eso que por antonomasia padecemos todos los apasionados por esos largos paseos sin objeto que proponen el arte y la literatura: el éxtasis y la embriaguez de las palabras.
    La trama, policial, es también cautivante y está adobada con finas notas de humor e ironía, con un buen manejo de la digresión e inmersa en una historia que, tal vez por concebirla en principio su autor como parte de un diario, permite pergeñar un personaje que el lector sentirá vivo, pues (tal como sugiere Borges en alguna entrevista) no lo deja naufragar solamente en el amor ni solamente en el miedo o la incertidumbre, sino que lo hace integrarse al mismo tiempo a ese universo de cosas nimias que conforman nuestra rutina diaria y en las que cotidianamente nos perdemos. En fin, que no encierra al personaje en forma exclusiva en el sentimiento y los intereses que va urdiendo la trama. Nada de nombres es una novela que al igual que las manos de Escher se pinta a sí misma. El abismo que inauguran dos espejos enfrentados. La pregunta acerca de los límites entre la realidad y la ficción. Un divertimento literario.


    -Rodolfo Lara Mendoza
    (poeta y narrador colombiano)
    Santiago de Chile, septiembre de 2018-

                                 
    La desaparecida

    Si hubiera sido cuestión de suerte no la habría tenido más
    clara, lo que no quiere decir que fuera buena. Me había
    sentado, cómo cada mañana, en la mesa del rincón. Donde
    la sombrilla me resguardaba del sol y de las miradas indiscretas,
    la cerveza estaba fría y apenas se oía algo más que la
    tenue música de fondo y siseos de conversaciones
    en las pocas mesas ocupadas o en las gradas que
    empezaban a llenarse para el primer pase.
    Le reconocí enseguida, aunque apenas le había entrevisto
    alguna vez cuando tendía la ropa los fines de semana en la
    ventana del segundo piso que suponía sería la del salón, 
    la de al lado mostraba una salida de humos y la más
    alejada era apenas un ventanuco de cuarto de baño en una
    construcción moderna, de varias plantas, que nos tapaba el
    sol a las casitas bajas del patio.
    Miró alrededor y se sentó en la mesa más cercana a la
    salida, justo al otro extremo de la diagonal que nos separaba 
    atravesando la piscina.
    Una vez más ni pista de los niños en ese ambiente 
    que empezaba a animarse, apenas quedaban unos
    minutos para el espectáculo.

    La cosa, para no andar con más rodeos, 
    era que él seguía tendiendo la lavadora cada sábado 
    y entre otras prendas había camisetas, pantalones cortos y ropa
    interior diversa de talla infantil, pero nunca se oía una pequeña
    voz ni movimiento alguno relacionado con esa colada.
    Durante varios años una mujer con acento sudamericano
    solía hablar con otra vecina mientras tendía esas mismas
    prendas, u otras de similar tamaño y colorido hasta que, un
    día, no se la vio más.
    Pasaron los meses y cuando pensaba que ella habría tenido
    que volver a su país por la crisis o por los motivos que
    fuera, apareció el hombre y retomó la rutina de la ropa del
    fin de semana como si nada hubiera cambiado.

    Ya las gradas están casi repletas, poco a poco la música
    de los altavoces va subiendo de volumen, se abren las
    compuertas de la piscina y una animadora se desliza sobre
    el agua agarrada a las aletas de dos delfines que parecen
    sonreír a toda velocidad. El público aplaude como cada
    mañana, los ayudantes dan pescado a los delfines, el tipo
    de mis devaneos apura su cerveza y se dirige hacia la salida.
    Los delfines depositan con suavidad a la animadora en la
    esquina de la piscina, justo cuando el tipo se vuelve como a
    cámara lenta y saca del bolsillo una pistola con silenciador 
    para dejar a la animadora, con un certero disparo entre las cejas, 
     llamando a las puertas del cielo. El público aplaude
    esta parte, sin saber que no estaba prevista en el guion y que
    la sangre no es maquillaje. En un instante, el hombre ha
    desaparecido por donde entró.

    Algún tiempo después, alguien colgó en la red un video
    de esa mañana que sólo recogía la parte final del incidente de la piscina.
    Yo no lo había visto, ni buscado, me lo dijo mi vecino que volvía
    a cantar bajito. Miré las imágenes y volví a verlas de nuevo,
    una y otra vez, hasta no tener la menor duda: la animadora
    defenestrada y la vecina del tendedero eran como dos gotas
    de agua, delfines aparte. No he vuelto a ver más ropa tendida
    en aquella ventana de enfrente y los periódicos nunca
    mencionaron el incidente. Al final del video había una dedicatoria 
    que se podía leer al activar las notificaciones:
    Con amor, Costello.

    (José Alias. 
    Nada de Nombres. 1ª parte :Verano)


    Un escritor sueña un relato, lo vive, se encuentra con la muerte en un acuario y se despierta con un libro sin nombre, con un breviario de las estaciones, como en el bardo, los niveles de consciencia están en la novela “Nada de nombres” de José Alias. 
    Libro sobre el espacio entre la escritura y la vida. También sobre el espacio entre lo surreal y la muerte. El sueño termina y el libro existe. 
    Flores del Paraíso a una escritura para expresar lo que no existe y no se encuentra, nada de nombres. Lo inefable, el misterio de la literatura.
    De la comunidad de vecinos al acuario, del axolot a la continuidad de los parques, del jazz al cine, del rock and roll al amor. De lo cotidiano a lo espiritual, de la música a la palabra, del silencio a la ausencia. Del escritor al lector en una librería. 

    Alejandro Mos Riera. Cineasta, narrador y poeta.
    Asturias noviembre 2018.


    ***


    “Nada de nombres”, es el título con que “Turpin Editores” publica este nuevo libro de Alias que esta vez incursiona en el género narrativo, y a fe que lo hace bien porque la novela te agarra desde sus primeras líneas, “Empezar diciendo que mi vecino de patio ha dejado de cantar, un alivio”, porque los que hemos sufrido un vecino o vecina tenor o mezzosoprano sabemos que esa calamidad es tan terrible como la de un niño que todas las noches berrea al otro lado de la endeble pared.

    Por eso la intriga nos atrapa de inmediato y así nos mantiene en el transcurso de sus doscientas y más páginas, por su manera ágil, fresca y amena de contar las peripecias de sus innominados personajes, además de hacer gala de una escritura impecable. Me divertí mucho leyéndola y me dejó ese buen sabor que las buenas narraciones, como los buenos guisos, deben dejar en el gusto, el olfato y en la memoria sensitiva de quienes consumimos el preparado.
    No hay duda “Nada de nombres” es un buen rollo, que nos hace guiños con la poesía, el rock, el jazz, las historias de policías y bandidos que han dado en llamar “literatura negra”, tal vez por esos siniestros cubículos donde los buenos logran que los malos confiesen sus fechorías, y, con todas las absurdas situaciones que suelen suceder en una ciudad que la cotidianidad ha convertido en normales, como por ejemplo que la máxima autoridad de la urbe se desplace por la misma cabalgando un elefante. Como diría aquel, “Nada de nombres” es una auténtica saga de cronopios.


                                                                Omar Ortiz. Tuluá , Colombia.

                                        agosto 2019.


    jueves

    Entretanto (Tu nombre entre mis dedos)


          poemario 

    jali@s fotos

    difícil asunto este del vivir y no morir en el intento 
    a cada paso un repaso y la tristeza que se cuela cómo un animal disperso 
    la noche bocarriba entre tibia y calavera que escribí antes 
    alguna vez en otra parte 
    ni el arte de la desilusión nos llena los versos ni sabemos ya 
    a qué atenernos 
    entre tanta zona boscosa asolada de turistas 
    las botas de siete leguas en el estante 
    a cada instante otra punzada derretida por los polos 
    y el desierto 
    cada vez más seco más cerca más inmenso.




    Revoloteos de nictálope 

    Me han nacido tres nidos de golondrina junto a la oreja derecha. 
    Algunos consideran que es un problema. 
    Nada más lejos. 
    Durante el día acunan pensamientos frescos 
    que vuelan sin detenerse. 
    Y en la noche 
    atentos y oscuros como un vencejo 
    se cierran sin rechistar.



    Con los cinco sentidos y alguno de paso 

    Qué decir en estos tiempos de amnesia robotizada 
    mostrar en estos momento de ceguera colectiva 
    tocar para desnudar el corazón y sus músicas dormidas
    Qué color para pintar un nuevo horizonte
    un olor diferente al aire limpio y a la tierra mojada 
    podrá devolvernos a nuestro lugar en este mundo
    que se desmorona ante nuestra indiferencia suicida.
    Qué rendija, hueco, pequeña luz, inocencia hemos de traspasar 
    para volver justo ahí, al lugar donde somos, estamos 
    y del que huimos como si fuera algo dañino, ajeno. 
    Qué pregunta hemos de hacernos para que la respuesta inseparable 
    nos devuelva lo que nunca, aunque así lo creamos,
    hemos perdido.
    La noche sólo es la mitad del día.



    Al fondo del pasillo donde mi madre delira se bifurca la
    galería, a la izquierda los terminales, a la derecha locos
    sin fin. Y entre este laberinto de disturbios inconsolables,
    un páter de presencia apocada con aspecto de santo que
    tal vez esconda un sicario… 
    pienso de forma automática mientras escribo:

    En la planta de psiquiatría del viejo hospital
    las ventanas están selladas
    sin picaporte ni espera
    Un ministro del Señor
    se pasea indeciso
    como un boxeador noqueado
    entre las cuerdas
    y los locos



    ***



    jali@s 


    turpin@graficasalmeida.com


    *
    Desde México esta reseña:

    Entre tanto Festival Juan Rulfo, en mi estado natal, Jalisco, por los cien años del nacimiento del gran autor de "Pedro Páramo" y "El Llano en llamas", me di tiempo una mañana (gozosa) para, en San Gabriel (tierra que daba por suya Rulfo) y Sayula (lugar oficial y real de su nacimiento), darme "entre tiempo" (los vivos y los muertos se tutean en estas regiones), leer tu libro, José, "entretanto", tan original, diferente y cálido con el lector (virtudes que ya se encuentran poco en las Letras, y que tú, Rulfo, y Cortázar tienen).
     
    Queda en el presente para mi sorpresa y compañía futura, esta parte: "Difícil asunto éste de vivir y no morir / en el intento"; vaya chispa de sabiduría y raro hallazgo. Solitos estos versos valen todo el libro.
     Resuena ese "entre tiempo" en el que trazó toda su obra Juan Rulfo.
    Quedé meciéndome en la ternura, la protesta, y la añoranza de tus palabras: vuelas hasta las nubes, pero siempre con Tierra en las manos. (Sé que no es tierra rulfiana, pero a mí me supo a que sí, porque yo estaba en tierras de Rulfo, seca y árida, pero con cielo).
    Te felicito y agradezco el privilegio que me diste en leerte.
    Desde el sur de Jalisco,
    Dante Medina

    http://dantemedina.com/php/html/index.php/page/2.html